
Cuando el mundo conoció las mieles de la recesión más importante desde el crack del 29 los miembros del G-20 y el resto de organismos internacionales apostaron por políticas de estímulo fiscal en forma de gasto público para sostener a un sistema financiero que se tambaleaba. Las políticas en forma de obra pública, ayudas a empresas y trabajadores, y las sucesivamente recapitalizaciones bancarias sumieron a los estados en una espiral de déficit y deuda creciente. Una vez salvada la recesión y rescatado el sistema financiero que sostiene a las economías occidentales, los burócratas de europa con mayoría conservadora (comisión, banco cental europeo, eurocámara) apostaron por la retirada de los estímulos fiscales, frente a la posición americana de mantenerlos hasta que el crecimiento económico fuera vigoroso. La crísis griega cambió de nuevo el panorama económico en Europa como antes lo hizo la caída de Lehman Brothers en Estados Unidos. Los mercados dudaban de la solvencia de algunos países en forma de ataques especulativos, lo que llevó al eurogrupo a reaccionar con un fondo de rescate multimillonario que exigió que se ahondase en la política de reducción del déficit que se había acordado: un 1,5% adicional este mismo año, casi 15.000 millones de euros para España, que se sumaba a un esfuerzo de 10.000 millones comprometido para cumplir el pacto de estabilidad en 2013. Zapatero metió la tijera, muy a su pesar, para asegurar la financiación del reino de España (de sus empresas, de sus habitantes, de sus administraciones, de nuestra deuda pública y privada). A partir de ahí, criticas a un lado y al otro del hemiciclo. Unas justas más justas que otras. Pero todas o casi toda, profundamente demagógicas.
Ya conocemos la posición del PP. Se oponían a los estímulos fiscales cuando todos los gobiernos del mundo, conservadores y progresistas, los desarrollaban con convicción (incluídos Bush, Merkel, Berlusconi o Sarkozy). Entonces importaba menos incurrir en déficit y más evitar el colapso de la economía, era la prioridad, y por entonces todos abrazamosa Keynes y pedían recesos en la economía de mercado. Todo el mundo menos el PP español, pero con doble discurso (para acertar pasara lo que pasara) porque curiosamentelas declaraciones críticas del PP contrastaban con sus enmiendas, que como demostramos en este blog, duplicaban el gasto público y el consiguiente déficit aplicado por el gobierno, basta recordar que las ayudas al alquiler, a los nacimientos o las rebajas fiscales les parecían insuficientes. Después, cuando las circunstancias obligaron a cambiar el rumbo, el PP tampoco estuvo de acuerdo; la reducción del déficit una vez rescatada la economía era la propiedad, la respuesta de los populares fue vender una serie de mensajes hipócritas del tipo "somos el partido de los trabajadores" y "no a los recortes sociales pero hay que reducir más el déficit", pero una vez (otra más) presentando enmiendas en Zurbano que lejos de recortar 10.000 millones de euros, lograban desgranar una reducción de apenas 711 millones, una broma. Se oponen a su vez a una reforma laboral dura. muy dura, que habrían firmado con sus amigos de la patronal con los ojos cerrados hace unos meses. Ni una palabra sobre la edad de la jubilación, ni una sola propuesta serie para sacar al país de la crísis. Contradicciones las de ellos, que no responden a un interés nacional sino electoral.
Pero me llama mucho la atención de la especial virulencia de los partidos de izquierdas y los sindicatos, por la enorme carga de demagogia de sus reclamaciones. Es lícito y sano protestar contra las medidas del gobierno, medidas que se toman con pesar y contrariedad pero impuestas por las circunstancias cambiantes en el exterior (crísis de deuda originada por el contagio griego) y por las decisiones que se toman desde la cúspide del poder político y económico europeo (de corte conservador). España tiene que cumplir sus compromisos y respetar las decisiones que se adoptan por mayorías en la eurocámara. IU no entiende ésto, y los sindicatos tampoco. Ellos proponen más gasto público, más inversiones, más déficit, más deuda pública. Sería la política correcta y en Estados Unidos han tratado de convercer al lobby europeo de la no retirada de los estímulos económicos. Pero desgraciadamente el poder político sigue estando supeditado al poder ecónomico, y son los países acreedores y organismos internacionales financieros los que financian nuestra deuda (a nuestras entidades financieras y bancos que a su vez financian la economía real, empresas y particulares) y por lo tanto son aquellos que imponen sus condiciones para seguir comprando nuestros "pufos" y prestarnos dinero. No hay que ser muy listo para entender que sin que circule de nuevo el crédito (o al menos asegurar el poco que circula) la salida a la crísis sería imposible. Esto lo ha entendido un socialdemócrata convencido, quien renuncia a sus principios con la famosa frase "dar un paso atrás para poder dar dos pasos hacia adelante".
Lo que propone IU y algunos sindicatos, además de los demagogos que votaron en contra de la reducción del déficit es que España entre en una quiebra o en suspensión de pagos. Cualquiera de las iniciativas que plantean suponen el colapso económico de España. Los mercados exigen carnaza y hay que darsela porque los poderes políticos en la élite siguen siendo conservadores (Alemania, Francia, EEUU) y no se han atrevido a poner coto a los desmanes del mundo financiero. "Yo tengo la pasta que necesitas, o pasas por el aro, o no hay pasta". España y el resto de estados del mundo se han topado con una escena muy cotidiana para aquellos que vamos a un banco a pedir un crédito, y que después de apretarnos el cuello hasta dejarnos sin respiración, nos obligan a aceptar condiciones e intereses despiados...pero es que amigo, o firmas eso, te tragas unos intereses abusivos y demuestras tu solvencia con 1000 papeles, o tu empresa no podrá refinanciar sus deudas. A mí me parece bien debatir donde hay que recortar, pero los mercados, como ya expliqué en otras ocasión, no se contentan con medidas poco concretables, quieren ver gestos en los gobiernos que demuestren sus firmE convicción en la reducción del déficit. Y nada contenta más a los que financian nuestra deuda que ver a un gobierno adoptar medidas para la reducción de ese déficit que impliquen un coste electoral: eso demuestra que el gobierno, va en serio y es creíble.
La situación de la economía española irá mejorando progresivamente, y hoy estaría mejor sin la reducción del déficit, pero son reglas impuestas que hay que asumir e interiorizar. El problema no es nuestra deuda pública, de las más bajas de europa, ni nuestro déficit, inferior al de países como EEUU o Reino Unido. El problemón es nuestra deuda privada, insisto, la de nuestras empresas y particulares, muy especialmente la ligada al mundo inmobiliario del que todos participamos sin que el Zapatero de turno nos pusiese una pistola en la cabeza. Lo que nos estamos jugando no es ya la subsistencia del Estado (con los planes de reducción del déficit y los tests de estrés a los bancos está garantizada y así se está viendo en las emisiones de deuda a intereses más bajos) sino que desde el sistema financiero y los acreedores de deuda alemanes, franceses, chinos, etc se financie a nuestras empresas para volver a crear empleo. Las medidas de austeridad necesarias son temporales, no son para toda la vida. Cuando se recupere el crédito y la confianza, y se logren los objetivos de reducción del déficit, el país estará en condiciones de volver a una época expansiva en el gasto. Mientras tanto es demagogo que la izquierda obvie que sin estos recortes el país entraría en una severa quiebra.
El señor Cayo Lara, Llamazares y los señores Méndez y Toxo no están a la altura, como el señor Rajoy. Lo tenía que decír. Ni todos ellos juntos alcanzan un pelo de la sensibilidad social de Zapatero demostrada todos estos años en materia de política social, pensiones y salarios. Si la alternativa de la izquierda es la quiebra del estado me quedo con Zapatero y sus bandazos. Creo que el presidente todavía merece nuestro crédito y confianza. Y en 2012, que pase lo que tenga que pasar. Eso es la democracia.