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    jueves, 4 de septiembre de 2008

    HISTORIAS DEL KRONEN MURCIANO, LA SODOMA Y GOMORRA DEL SUDESTE ESPAÑOL (actualización)




    La Región de Murcia lidera el ranking nacional en aumento de paro en el último año, ahora que se atisba sin lugar a dudas el estallido de una burbuja inmobiliaria que amenaza con arrastrar las economías menos diversificadas, como es el caso de la murciana. La zona de Levante se convertirá en un gigantesco cementerio de elefantes por ser un claro exponente de cómo no se deben hacer las cosas, con unos políticos cabestros dirigiendo el panal regional con la avaricia y la prepotencia propia de los caciques de épocas pasadas, y con los poderes fácticos golpeando con su “pim pam pum” machacón, los intereses generales de la sociedad murciana para hacer caja rápida y engordar sus rebosantes cuentas corrientes.

    Después de una década prodigiosa, los murcianos hemos perdido nuestras señas de identidad y nuestro norte por ceder a los susurros de una panda de sinvergüenzas que, entre otras cosas, nos han chuleado con nocturnidad y alevosía especulando con el derecho constitucional del acceso a la vivienda, vía libre para pegar una serie de pelotazos de botón grueso a costa de los ciudadanos. Las políticas neoliberales que han desarrollado los gobiernos del Partido Popular en la costa mediterránea, localmente apoyadas por miembros de una oposición política corta de espíritu hasta venderse, nos han abocado a la que será la crisis más desoladora que se recuerda en estas tierras. ¿Pero qué nos ha pasado para vendernos a semejantes impostores?

    ¿Cómo un obrero con familia a cargo, humilde y con un trabajo mal pagado puede votar opciones neoliberales como las que defiende el Partido Popular? ¿Cómo una anciana viuda que depende para subsistir de una pensión puede apoyar con su legítimo voto a políticos que consideran que las prestaciones sociales deberían abolirse para dejar paso al libre mercado donde solo las rentas más pudientes y resueltas, pueden nadar a favor de corriente? ¿Qué ha pasado para que el murciano medio, humilde y honrado, salga a la calle a defender al señorito, al caciquillo de medio pelo, mientras un juez dictamina si ingresa en prisión dada la gravedad de los delitos imputados contra la administración pública? ¿Qué nos ha pasado para perder la dignidad, la conciencia y sentido crítico?

    En esta tierra murciana los salvapatrias del cemento, aquellos nuevos ricos que han jugado al “monopoli” con nuestro patrimonio natural y nos han chuleado la ordenación del territorio metiéndonos resorts con calzador, nos han vendido por activa y por pasiva que el liberalismo económico era la solución de nuestros males. Que el ladrillo nos iba a dar tal empujón que poco más que todos tendríamos la posibilidad de llevar un Mercedes, comprar un pisito en La Manga y darnos una sesión de spa de vez en cuando. La persuasión política y económica ha conseguido tal efecto en la conciencia colectiva de los murcianos que el sentido crítico ha dejado paso, en metástasis, al pillaje social más absoluto, a una región donde se compadece a los corruptos y se mira con desdén a la Justicia. ¿Somos la Sodoma y Gomorra mencionada en la Santa Biblia?

    Comienza el cuento. Un día, hace no muchos años, los embaucadores del poder fáctico se sentaron en la mesa con una clase política desvergonzada y corta de escrúpulos para desarrollar un macabro plan que afectaría irremediablemente a la sociedad murciana en su conjunto. Objetivo: dinero fácil, pelotazos con el mínimo esfuerzo, reparto del generoso pastel entre politicastros, empresarios afilados, periodistas sin ética, colectivos seudo sociales y quien sabe si también, rizando el rizo, con la participación por omisión de algunos círculos sindicales y miembros de la oposición política.

    El murciano medio, seguramente ellos pensarían que paleto, vería las obras del faraón como indicio del regalo de los poderosos: nos colmaron de proyectos con urbanizaciones de lujo, de campos de golf avalados por estrellas del papel couché, de centros comerciales de toma pan y moja, de oportunidades de negocio bajo fuegos artificiales; en definitiva nos convencieron de que el obrero y el empresario estaban en el mismo barco, de que todos ganábamos con la política de “pajera abierta”, de que el pastel era un festín para todos, cuando el pastel estaba ya repartido y la estrategia estaba clara de antemano. Fue el primer engaño, y el primer error que estábamos todos sentidos en la misma mesa, cuando en realidad ellos eran los comensales y nosotros los chuchos que lamían las sobras debajo de la mesa.

    Nos vendieron a base de talonario y propaganda que sus intereses eran los nuestros, incrustando en la población que, para cumplir los objetivos (convertirnos en nuevos ricos), todo o casi todo valía, la selva, la ley del más fuerte, del más pillo. Había que relajar entonces el control de las administraciones y de los poderes del Estado en un pacto tácito que los ciudadanos asumieron e interiorizaron. El mismo Fiscal General del Estado nombrado por Aznar llegó a decir que había que prescindir de las fiscalías anticorrupción. La ley del suelo del 98 era el punto de partida del festín, “todo urbanizable”, en definitiva, usted se puede hacer rico, y usted también. Se aplicaba la máxima marbellí “Es verdad que Jesús Gil roba pero también deja que los demás robemos”. Porque veíamos, encandilados, como se ponían ladrillos y ladrillos, y claro, muchos dijimos ¡Yo también quiero! Cegados al olor del dinero y el pelotazo fácil afirmamos: ¿Qué más da el medio ambiente? ¿Qué más da la sostenibilidad? ¿Qué más da la gestión de las infraestructuras? ¿Acaso me dan de comer? ¡Yo también quiero!

    Con una población anestesiada, deslumbrada por tanta obra y tanto movimiento sinónimo de riqueza, los despachos oficiales se abrieron de par en par. Pero no para el jubilado o el parado (qué inocentes), si no para el empresario sin escrúpulos y el nuevo rico hortera, ataviado con sus gafas Armani y su maletín rebosante, preparado para darse una orgía a costa del prójimo. Las plusvalías resultantes de depredar al territorio y de especular con el futuro de los jóvenes murcianos se quedaban entonces por a mitad del camino, sucumbiendo al olor del dinero negro y el chanchulleo fácil, donde los poderosos y los acaudalados se mueven como peces en el agua; ellos, por tener más dinero que usted, tenían prioridad; ciudadanos de primera y de segunda aunque luego salga el Rajoy de turno a decir que todos los españoles somos iguales.

    A los ciudadanos honestos y honrados no nos quedó otra que bailarles el agua hipotecándonos a 40 años para rellenarles más los bolsillos, comprando montañas de ladrillos como si fuesen lingotes de oro; encima con el mayor de nuestros entusiasmos, estábamos encantados y convencidos. Nuestros políticos nos respondieron y convencieron de que los beneficios no tardarían en llegar, de que lo que hoy valía 40 mañana valdría 50, y de que la mejor inversión era comprar una vivienda. La oposición política, con desatino y escasos medios, advirtió que el camino de la economía especulativa nos abocaría a un crudo final, pero nadie les creyó. Para colmo, los embaucadores nos prometieron agua del Ebro para que el “revival” perdurase por los siglos de los siglos, amén, poniendo de escudo humano a los agricultores. ¡Dadme votos y yo os traeré agua! Y les creímos.

    Pero no solo se traficó con el ladrillo. Nuestros politicastros, crecidos por las mayorías absolutas, se creyeron que eran faraones y que no bastaba con sacar partido del derecho constitucional de la vivienda, querían más. Pusieron en práctica su premisa favorita, el automatismo de la derechona de toda la vida: privatizar servicios públicos, como rezaban en sus sloganes “vamos a más”. Entonces el negocio también estaba en la educación, en la sanidad, en la seguridad, incluso en los organismos públicos y las televisiones autonómicas, siempre en convivencia con el poder económico, financiador de las campañas necesarias para mantener entretenido y despistado al personal, nosotros, usted y yo. Se desviaron fondos públicos a colegios concertados, a universidades católicas, a hospitales de capital privado. Se redujeron más que nunca las plantillas de policía y de guardia civil para promocionar la seguridad privada; ellos, los ingenieros de esta broma, estaban en los consejos de administración y en las gerencias de esas empresas y sociedades privadas, agazapados y seguros, rentabilizando nuestras maltrechas prestaciones públicas. Por la mañana concejales y consejeros, por las tardes especuladores de nueva generación, eso sí, cobrando a tiempo completo con los impuestos de los ciudadanos.

    Nosotros, los que pagábamos ya las hipotecas y los riñones, cumplimos penitencia soportando listas de espera interminables en nuestros hospitales, la falta de plazas públicas en nuestro sistema educativo y el aumento de la delincuencia, lo que nos abocaba, de nuevo, a llenarles la chequera contratando seguridad privada, matriculando al niño en el colegio de elite y haciéndonos de la mutua privada de turno. ¿No entienden ahora tantas medallas, tantos homenajes y tantos ladrillos de oro?

    Pero les creímos, les creímos porque el vecino o el pariente había recogido alguna migaja y se había convertido en uno de ellos (o eso creía) por haber malvendido una parcelita por cuatro duros, siempre por debajo de su valor real, cuando en realidad el pelotazo lo habían dado los señores del ladrillo, a costa de la ignorancia de la gente y por obra y gracia del santo tráfico de influencias. Cuando algunos ciudadanos avispados empezaron a entender lo que se cocía entre bambalinas y elevaron la voz, llegaron los salvapatrias a imponernos medallas de murcianía: “son antimurcianos, no les hagáis caso”. Y les creímos. Nos dejaron de importar los sueldos, las pensiones, la sanidad y el medio ambiente, habíamos entrado en el juego, en efecto, nos lo habíamos creído. Todos queríamos ser millonarios, dar el golpe maestro, y subirnos a un ritmo de vida que no nos correspondía. Nos cegaron salpicándonos con el agua para todos, afrentándonos con nuestros vecinos para que siempre, siempre, tuviésemos la mirada puesta en el exterior, en casa ajena. Vía libre para sus tejemanejes.

    Durante años se coció un nacionalismo hidráulico (término acuñado por peligrosos comunistas según el emperador murciano) aprovechado para someter y crucificar al adversario. “La culpa de Carod Rovira”, “esto es por Maragall”, “nos pasa porque Zapatero no…”, “aragoneses insolidarios”, “catalanes separatistas”, “ecologistas vagos” y “socialistas corruptos”. El aborregamiento funcionaba, el argumento emocional removía las vísceras del murciano, al tiempo que los “listos” empapelaban las zerricheras para hacer caja. El obrero, el jubilado, la ama de casa, todos manifestándose cual voceros, mientras que, sin perder un segundo, los listillos del ladrillo estaban en sus despachos reunidos con los políticos, maquinando, recalificando, repartiéndose el pastel. Una sociedad mamporrera al servicio de los oscuros intereses de unos caraduras. Qué vergüenza. ¡Murcia qué inocente eres!

    Pero los sueños son eso, sueños, nadie te asegura que se vayan a cumplir. Una vez despiertos la crudeza se manifiesta. Hoy encabezamos el aumento de paro en el país, los niveles de inflación, somos la comunidad que más nota la bajada del consumo, donde cierran más comercios y las hipotecas fabrican más arruinados. Ahora en la pobreza, como en la riqueza, nuestra comunidad autónoma está a la cola de España en sueldos y renta per capita por habitante; en pensiones y en políticas sociales; en número de médicos y enfermeras; donde más ha crecido el precio de la vivienda y menos vivienda social se hace; donde es mayor el fracaso escolar; con la mayor economía sumergida del país; donde mayor diferencia hay entre ricos y pobres; donde la Fiscalía tiene más procedimientos abiertos en la lucha contra la corrupción urbanística.

    Nos han colado miles de urbanizaciones y resorts sin planificar servicios públicos, carreteras, centros de salud y colegios para amortiguarlos. Colas para todos, tráfico para todos. Mar Menor una cloaca, las Zerricheras enladrilladas. Negocio rápido a costa del ciudadano y si alguien se queja, la culpa es de Zapatero. ¡Siempre de Zapatero! Qué cómodo es gobernar al modo Valcárcel: cuando las cosas van bien, me apunto el tanto, cuando van mal dadas, la culpa es del vecino. Pillaje murciano por los cuatro costados.

    Tenemos algunas decenas de cargos, diputados, alcaldes y funcionarios imputados, a la Fiscalía Anticorrupción investigando al consejo de gobierno, decenas de denuncias en los juzgados por asomar, y sin embargo, ¡aquí no pasa nada! ¡Sodoma y Gomorra! Nadie dimite, nadie pide perdón, transparencia cero, responsabilidades políticas cero, aplausos para los desfiles judiciales y santas pascuas. ¡Qué bochorno!

    Pero el pecado lleva incluida la penitencia. Los fiscales aterrizan en nuestros municipios para pasar el cepillo a los corruptos y corruptores. Hacienda ya olfatea el dinero negro y las innumerables estructuras societarias enmarañadas para distraer millones de euros que deberían ir a la caja pública, la de todos. La demanda de viviendas cae en picado y el estallido de la burbuja inmobiliaria se materializa en unas interminables colas de paro, embargos de los bancos a gogó y la huida de empresas e inversores al extranjero. Y entonces los poderes fácticos, los mismos embaucadores de medio pelo, no lo duden, comenzaran a ahorcar a los obreros, les quitarán sus casas, sus coches y sus trabajos, echarán a miles de murcianos del sueño, los susurros en la oreja habrán terminado y a aquí paz y luego gloria. Encima, para repelar el último euro, pedirán al gobierno que les eche una mano, ¡al cuello debería!

    Ellos, los listos, se irán a Brasil a fumarse los beneficios, como el diputado regional Morales, que lo tenía todo bien previsto. Los paraísos fiscales están para algo. Nosotros nos quedaremos aquí comiéndonos con patatas miles de viviendas resorts, con un Mar Menor destrozado y con ciudades insostenibles, hipotecados y con peores servicios públicos que hace 15 años. Porque aquí nunca entendimos eso del I+D, el tejido industrial o el desarrollo sostenible, que no era incompatible con construir e invertir en ladrillos, como nos hicieron creer. Lo decían los socialistas, lo decían los comunistas, incluso lo advertía la derecha intelectual. Pero de nada sirvió. Solo creíamos a los genoveses del PP.

    Esta historia no tiene un final feliz. Este es el cuento real de cómo miles de ciudadanos se han “hipotecado” al servicio de los poderosos, engañados y vilipendiados por una clase política que deja mucho que desear. El Estado de Derecho y las leyes de mercado se apremian para recoger su trozo de pastel porque ni siquiera los poderes fácticos están a salvo del juez justiciero y el acreedor engañado. El juicio final se acerca y cuando se destape la cruda realidad ni el mayor incrédulo podrá negar esta pesadilla. Eso nos pasa por tener tanta con-fianza.

    Al loro porque los primeros coletazos solo acaban de empezar. Con los años, con las condenas y con las nuevas coyunturas económicas, con toda esa perspectiva encima de la mesa, no duden que muchos murcianos podrán por fin ver con la crudeza necesaria, el desarrollo de los acontecimientos. Primero vendrá una fase de negación absoluta, de echar balones fuera, de agarrarse a las siglas, “no puede ser que esto sea verdad con lo bien que íbamos”. Después una fase de shock, entre la incredulidad y la vasta realidad de unos hechos cada vez más innegables: paro, crisis y corrupción. Por último llegará la fase de hastío, cabreo y vergüenza. Entonces el ciudadano ya habrá pasado de hacer palmas a los corruptos a pedir con vehemencia su procesamiento. Avisados estamos. Sodoma y Gomorra, más pronto que tarde, arderá en llamas para expiar todos nuestros pecados.
    Comentarios.

    14 comentarios:

    Anónimo dijo...

    Cuánto desmerece de los espléndios contenidos de este estupendo blog todo este aparato de fotos y dibujos pueriles.

    Quite usted esas fotos gigantes y esos dibujos de El Jueves, Peperufo, que hieren, no sólo la vista, sobre todo el intelecto.

    Anónimo dijo...

    Lástima que ningún dirigente socialista sea capaz de argumentar una crítica tan fundada sobre la corrupción en Murcia.

    Anónimo dijo...

    Grande peperufo!!!

    Peperufo dijo...

    anónimo, lleva toda la razón, lleva tiempo pensando que lavarle la cara al blog, pero lo vas dejando y pasa lo que pasa, que no encuentras tiempo para nada. Espero que ahora le parezca más digno, más no se puede hacer.

    Un saludo a todos :)

    Anónimo dijo...

    La culpa de Aznar ja ja ja

    Anónimo dijo...

    En Murcia hemos elegido como modelo de desarrollo el ladrillo, pues ahora, se acabó el ladrillo se acabó el desarrollo. Ahora todos al paro, y porsupuesto la culpa la tiene Valcarcel y toda su comitiva que no han sabido gestionar bien este sector y sabian muy bien que la burbuja inmobiliaria se desimflaria y no lo previnieron y claro ahora la gallina de los huevos de oro se esfumo

    Anónimo dijo...

    Enhorabuena a todos los que en las últimas elecciones autonomicas y municipales votaron al PP pensando que realmente este partido les aseguraba riqueza. Ahora se ve lo que buscaba el PP, aprovechar la burbuja inmobilaria para lucrarse, ellos y los empresarios afines, y cuando esta explotara, a pasar de todo. Incluso es probable que en las proximas aun vuelvan a ganar gracias a la chorrada de la banderita DEL AGUA PARA TODOS. Teneis lo que os mereceis. Ahora contestarme una pregunta: Para que coño quiere el agua un parado? Para llenar su piscina?? Os la habeis tragado hasta la empuñadura.

    Anónimo dijo...

    Me temo que la SOLUCION va ha ser "ELECCIONES ANTICIPADAS" y fuera el zp ,de lo contrario nuestros HIJOS no van a COMER.......PERO sin duda tienen que quitar a Rajoy,NO VALE TAMPOCO PARA PRESIDIR ESPAÑA.

    Anónimo dijo...

    .. De pura VERGUENZA.

    pasen Sres., pasen y vean.



    http://es.youtube.com/watch?v=SCwQDkex5pY

    Antonio J. García Conesa dijo...

    Mordaz, pero terriblemente cierto.

    Anónimo dijo...

    me duelen los ojos de leer blanco sobre fondo negro.¿no podía ser como antes? Gracias.Por cierto, mi abuelo decía: "no hay nada más tonto que un agricultor o un obrero que vota a la derecha". A veces pienso que tenía razón.

    Cristina Navarro dijo...

    como siempre lo has clavao pero sigue siendo algo invisible para el pueblo de murcia , todo sigue siendo culpa de zapatero
    saludos

    Peperufo dijo...

    Tranquila Cristina, que va a ser visible, tan visible que va a "pasmar".

    Un saludo a tod@s

    Anónimo dijo...

    Peperufo, nuestros conceales socialistas no saben explicar a los ciudadános la situación tan grave en la que nos encontramos, deberian tomar nota y documentarse en este blog, o mejor, imparte clases particulares a la panda de bobos que hemos votado.

    Saludos de un aguileño.