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    lunes, 22 de septiembre de 2008

    ARTÍCULO: "EL PARTIDO POPULAR SÍ EXISTÍA CUANDO ESTALLÓ LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA"


    Este fin de semana, con el Congreso del PP madrileño de fondo, Esperanza Aguirre nos ha recordado que su partido «no existía ni en la guerra ni en el franquismo», y que «otros no pueden decir lo mismo» (en clara alusión al PSOE). En esta misma línea, su mano derecha, Enrique Granados, señaló que el Partido Popular «es de los pocos partidos del arco parlamentario que no fue protagonista del fracaso colectivo de la Guerra Civil».

    ¿Es eso cierto? Según se mire. Tal como lo conocemos hoy, con la denominación y la personalidad jurídica actuales, el Partido Popular ciertamente no existía en aquellos tiempos. Pero siglas y estatutos aparte, conviene saber algo más para relativizar (con perdón) esta afirmación.

    Mucha gente se preguntará por qué el Partido Popular se llama así, «popular». Algunos, incluso, consideran un sarcasmo que un partido de derechas tenga tal nombre. El origen hay que buscarlo en el catolicismo político (más conservador que social) surgido tras la encíclica Rerum Novarum, promulgada en 1891 por el Papa León XIII para establecer la llamada «Doctrina Social de la Iglesia». Varias formaciones de esta corriente, surgidas en Europa a principios del siglo XX, adoptaron esa denominación. Así nacieron en 1919 el antiguo Partido Popular Italiano y, en España, el Partido Social Popular, liderado por Ángel Ossorio.

    Con el Partido Social Popular nacía una «nueva derecha española», conservadora, clerical y de masas, que trataba de superar el viejo conservadurismo de la Restauración, elitista e incapaz de responder a los nuevos retos políticos que planteaban los liberales demócratas, los republicanos y, sobre todo, los socialistas. Al llegar la dictadura de Primo de Rivera, el Partido Social Popular desapareció y sus miembros se integraron en la nueva Unión Patriótica: un experimento de partido único mal cohesionado que no sobrevivió al régimen que lo había creado.

    A los pocos días de proclamarse la II República, el catolicismo político se reorganizó rápidamente fundando el partido Acción Nacional, que pocos meses después pasaría a llamarse Acción Popular. Su impulsor fue Ángel Herrera Oria, fundador de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas y de la Editorial Católica, que cedió pronto la dirección del nuevo partido a José María Gil-Robles, un jurista joven y exaltado. Herrera pasó a presidir Acción Católica, fundó el CEU-San Pablo, se ordenó sacerdote poco después de la guerra, y llegó a ser Obispo de Málaga y cardenal durante el franquismo.

    Acción Popular (AP) fue el partido central y promotor de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), también liderada por Gil-Robles y creada en marzo de 1933 para ser «el núcleo derechista que salve a la Patria, hoy en peligro». Con un fuerte apoyo financiero y propagandístico, se culminaba así el proyecto de crear una nueva derecha de masas, integrada en un solo partido, menos elitista y con más capacidad de acción fuera del Parlamento. La clase media católica, hasta entonces relativamente apolítica, fue fuertemente movilizada y radicalizada. La posibilidad de una derecha laica, como la francesa, se esfumaba en España para siempre. Y de aquellos inciensos vienen estos humos.

    La CEDA aceptó la República de forma provisional o «accidental», pero su lealtad institucional fue débil e inestable, al contar en sus filas con elementos «prefascistas», monárquicos y autoritarios de diversa índole. Era también el brazo político de una Iglesia española extremadamente conservadora y reaccionaria, que rechazó desde el primer día el advenimiento de la República y las reformas iniciadas por su primer gobierno, especialmente las dirigidas a secularizar la enseñanza. Entretanto, los encendidos discursos de Gil-Robles contribuían a caldear los ánimos. En octubre del 34, la CEDA entró en el gobierno de centro-derecha presidido por Lerroux, forzando una «política de rectificación» consistente en paralizar todas las reformas (agraria, militar, educativa) y el proceso autonómico.

    La Guerra Civil estalló en julio del 36, con la CEDA de nuevo fuera del gobierno. Sus bases sociales acogieron con entusiasmo el golpe militar y miembros de Juventudes de Acción Popular se alistaron como voluntarios en el ejército rebelde. A pesar del apoyo, esta formación política se quedó fuera del Decreto de Unificación dictado por Franco en 1937 para crear Falange Española Tradicionalista y de las JONS como partido único. No obstante, la mayoría de dirigentes cedistas —como Ramón Serrano Súñer y José Ibáñez Martín— se integraron sin problemas en el nuevo régimen. No fue el caso de Gil-Robles, que tras la guerra defendió la restauración monárquica y evolucionó a posiciones democristianas más moderadas, desmarcándose totalmente del franquismo. A pesar de significativas excepciones como ésta, protagonizadas por monárquicos, podemos decir que la CEDA se disolvió plácidamente en el franquismo.

    En octubre de 1976, después de cuarenta años de dictadura, se crea Alianza Popular mediante la federación de siete asociaciones políticas lideradas por ex ministros franquistas (conocidos en la época como Los Siete Magníficos). ¿Fue casual que coincidiera en siglas y denominación con la vieja Acción Popular de Herrera Oria y Gil-Robles? No lo creo. El partido de Fraga refundaba de facto la AP de 1931, convirtiéndose así en heredero político de la CEDA y ocupando su mismo espacio político en la nueva democracia española (a la derecha de la democracia cristiana, ubicada mayoritariamente en la UCD). Para comprobarlo, basta con ver sus posiciones en el proceso constituyente en asuntos como la descentralización autonómica, el divorcio o las relaciones Iglesia-Estado. Varias enmiendas de AP intentaron suprimir en el artículo 16 de la Constitución la referencia a la aconfesionalidad del Estado. No lo consiguieron, pero a cambio hubo de incluirse la mención explícita de la Iglesia católica.

    Además, puede observarse un notable paralelismo entre los procesos de integración de la derecha española en la Segunda República y en la actual democracia. En ambos casos, un partido conservador y confesional aglutina y fagocita a una serie de «derechas autónomas»: pequeños partidos liberales, monárquicos, democristianos y regionales que acaban cediendo su identidad y buena parte de su ideología. Así nació la CEDA, a partir de Acción Popular, y así surgió el actual Partido Popular, a partir de Alianza Popular (con los experimentos intermedios de Coalición Democrática y Coalición Popular, y la recogida de los despojos de la UCD).

    La denominación «popular», utilizada inicialmente por partidos situados a la derecha de la democracia cristiana, se ha extendido por Europa y buena parte del mundo para designar a formaciones de centro-derecha que amalgaman a conservadores, democristianos y liberales. Ahí radica precisamente el éxito del término: la mezcla ha obligado a utilizar una denominación neutra y vacía como «popular», para que ninguna facción se sintiera excluida. Un primer ejemplo fue la creación del Partido Popular Europeo en 1976.

    En 1989 Alianza Popular decidió refundarse junto con otras formaciones (PDP y PL) en un nuevo y único partido, el Partido Popular que hoy conocemos. España se convertía así en uno de los pocos países del mundo donde el centro-derecha quedaba integrado en una sola fuerza. Posteriormente, sus éxitos electorales de 1995 y 2000 han llevado a varias formaciones europeas y latinoamericanas a iniciar procesos similares de refundación, y a adoptar la denominación «popular».

    Como hemos podido ver, entre el Partido Social Popular (1919), Acción Popular (1931), Alianza Popular (1976), Coalición Popular (1986) y el Partido Popular (1989) existe un hilo conductor histórico-ideológico indudable, tan intenso o más que el existente entre el PSOE de Largo Caballero y el PSOE de Zapatero. La evolución ideológica ha sido incuestionable, pero el sustrato cedista del PP aún aflora de vez en cuando. Lo pudimos comprobar en la pasada legislatura, cuando el partido de Rajoy mostró su cara más clerical y conservadora, alineándose incondicionalmente con la jerarquía eclesiástica en su tarea de oposición al Gobierno socialista.

    El Partido Popular sí existía cuando estalló la Guerra Civil Española: entonces se llamaba Confederación Española de Derechas Autónomas, y también fue responsable —y mucho— del fracaso de la II República y de la tragedia posterior. Las páginas hay que pasarlas, pero sin arrancarlas.


    12 comentarios:

    Anónimo dijo...

    la historia la reiscribis como os guste, sin problemas.

    Aprendiz de Mucho dijo...

    Ay.... que mala es la memoria, que jodias las hemerotecas, y que putada internet. jejeje. Como le jode a la derechona que el pueblo pueda saber.
    Con tu permiso, voy a colocar un enlace en mi blog para eso, para dar difusion a la verdad

    Anónimo dijo...

    VAYA MIERDA DE MENTIRAS!!

    Anónimo dijo...

    ¿Por qué habrán puesto para la corrupción de Torre Pacheco a la misma jueza que lleva el caso de Los Alcázares?

    Pensad, amigos!!!

    Peperufo dijo...

    Porque es lo que tocaba según la ley Elena, no es algo aleatorio.

    Anónimo dijo...

    venga vamos todos, nos inventamos algo y que corra.....venga repetir conmigo las consignas....pero por favor no investigueis nada en una buena fuente, solo en blog de opinión progre.

    Anónimo dijo...

    ¿Qué ha reescrito Peperufo? ¿Lo de Acción Popular?. A saber:

    "Ante la oportunidad de cambiar el signo del Gobierno, las derechas no republicanas se unieron el 12 de octubre en una coalicción temporal llamada Unión de Derecha y Agrarios, que incluía a la CEDA, representante de los intereses de los grandes terratenientes, pero también de los medianos y pequeños propietarios agrícolas y trabajadores católicos. El principal partido de la coalición era ACCIÓN POPULAR, dirigido por Gil Robles, y formaban también parte de ésta Renovación Española, dirigida por Antonio Goicoechea, que representaba los intereses de los monárquicos alfonsinos, la Comunión Tradicionalista, que acogía a los carlistas, los agrarios y los católicos independientes" En "La guerra civil española" de Antony Beevor, Editorial Crítica, 2005.
    De todas maneras no entiendo para qué tantos datos históricos, el PP actual es la oligarquía tardofranquista. Es un hecho feaciente, solo hay que mirar a las familias de los altos cargos y sus filiaciones. Representan al franquismo y dejémonos de paños calientes.

    Anónimo dijo...

    ¿Por qué no hay un juez que se dedique en exclusiva al caso de Torre Pacheco? Creo que el asunto es de vital importancia. Transparencia Internacional debería hacer un Informe especial al respecto. Los casos tipo Fabra no se dan sólo en Valencia. ¡Que no nos despisten!

    Anónimo dijo...

    ¿Cuántas veces ha salido el fiscal López Bernal a la palestra para decir que no tiene medios para investigar la corrupción?

    Uffffffffff

    Anónimo dijo...

    Como siempre desde ciertos sectores se le imputa a la izquierda el uso de ciertas malas artes de las que ellos son totalmente unos "profesionales". Me refiero al primer comentario y al sexto. Del que firma como tresco en fin ... Si te parece bien quiero colgar el artículo en la página del proyecto 80%, por darle más difusión y por animar un poco ésta, que últimamente tiene poca actividad. Un saludo

    Anónimo dijo...

    "Como hemos podido ver, entre el Partido Social Popular (1919), Acción Popular (1931), Alianza Popular (1976), Coalición Popular (1986) y el Partido Popular (1989) existe un hilo conductor histórico-ideológico indudable, tan intenso o más que el existente entre el PSOE de Largo Caballero y el PSOE de Zapatero".

    Delirante conclusión.

    Anónimo dijo...

    El fascismo no es más que el socialismo nacionalista de Mussolinni, formado por agrupaciones "obreras". El que hables de prefascistas ya da una idea de tu tratamiento objetivo de la historia.

    Viva España Socialista