ARTÍCULO: VALEROSO ZAPATERO
Se equivocan quienes minimizan su capacidad, quienes le consideran vacío de contenidos y quienes repiten eslóganes sobre su ambigüedad o falta de criterio. Porque hasta la fecha ha demostrado todo lo contrario, con el cumplimiento suficiente de sus promesas electorales, en estos casi dos años iniciales de mandato, y una carpeta repleta de compromisos pendientes que irá colocando en el debate político para desazón de algunos y complacencia de otros. Por supuesto yerra quien se limita a descalificarle con adjetivos impropios de aspirante a formar gobierno.
No lo ha tenido fácil. Para empezar, si a todo cargo electo se le concede 100 días de gracia, él no tuvo ninguno porque para, quienes aún necesitan bicarbonato para digerir la derrota, o bien le ayudó ETA o llegó a la Moncloa en “un tren de cercanías”. Para completar el círculo, y obviando la sintonía mediática, en su propio partido, como escribió Luis Yánez en El País, existe una “una cierta incomprensión generacional de los que mandaron con los que mandan ahora, una especie de retintín del supuesto viejo zorro frente al supuesto neófito”.
Lo que parece demostrado es que no se arruga ante la adversidad ni ante el diluvio mediático. Cuando Zapatero apuesta por una acción cualquiera ya sabemos de su constancia y de su obstinación para sacarla adelante. Demuestra, hasta la fecha, estar dispuesto a cumplir sus promesas electorales y cumplir su compromiso con los que le pedíamos “no nos falles”: otros, especialmente quienes no votaron izquierda, le afean todos los días cada medida, gesto, palabra, iniciativa o reforma que emprenda. Al principio decidió poner en marcha medidas que no permitían demoras injustificadas tanto en política exterior como en temas sociales –inmigración, mujer o igualdad de derechos-, y casi simultáneamente impulsó el asunto territorial y una decidida apuesta por la paz..
Así cuando apuesta por la paz y, para evitar suspicacias, la lleva al Parlamento, le pone luz y taquígrafos, evidenciando sentido de Estado y valor porque sabe la reacción de la derecha antidiluviana. Otro pudo contactar, acercar presos, manifestar su disposición al “perdón y generosidad” o denominar “movimiento de liberación” a lo que simplemente era una banda de terroristas. Entonces, nadie se lo reprochó. Cuando ETA volvió a matar, tampoco se hicieron lecturas partidistas para sacar unos tristes votos manchados de sangre. Entonces, hubo lealtad, dignidad y sentido de Estado en la oposición y en los medios. Sin embargo, si ETA volviera a matar, ya sabemos cómo titularían algunos periódicos y conocemos las declaraciones de casi todos los populares, así como las alocuciones apocalípticas desde los siempre comedidos predicadores de la emisora episcopal y otros propagandistas.
ZP arriesga. Sabe que la paz no es fácil; la paz merece el intento. ¿Qué podríamos pensar de un presidente que no intentara acabar con el terrorismo? Convencido de actuar bien, Zapatero parece aguantar con buen tono los desprecios e insultos que le dedican un día sí y otro también. Pero esas bravuconas de impotencia y de frustración política en sus adversarios, son una buena noticia para Zapatero. El desconocimiento y el desprecio del contrario garantizan la derrota. Pero habría que preguntarse qué provoca una reacción tan desproporcionada ante cada una de las declaraciones, medidas, proyectos o leyes que impulsa Zapatero; en el blog de Antonio Pulido se reflexiona sobre este interrogante y nos enlaza con un interesante artículo de Santiago Carrillo.
Es una evidencia histórica que la única vez que accedieron al poder lo hicieron desde la crispación; incapaces de admitir la derrota, piensan que sólo podrán volver a ganar las elecciones en la medida que sean capaces de crear un clima similar al del 96. Pero, hoy por hoy, todo parece demasiado artificial, poco creíble.
Júcaro.
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