LA JUGADA MAESTRA DE ZP: QUITARSE A CAROD DE ENCIMA.
Secuelas del pacto: los errores de ERC
Las secuelas del acuerdo entre Artur Mas y Zapatero en la política española prometen ser profundas. Por un lado, tenemos a nuestros encantadores miembros del PP, combinando el histerismo, las visitas papales y la tozuda disensión de algunos. Por el otro, tenemos a ERC, pillada totalmente a contrapié tras la maniobra / puñalada trapera del presidente del gobierno.
Como del PP ya hablo demasiado a menudo, hoy toca repasar la actualidad de Carod y su tropa. Para empezar, dejar muy claro que no soy de la opinión (y conmigo, el 95% de los españoles) que ERC es el demonio con cuernos. Es un partido independentista bastante inofensivo, que tiene muy claro que la opción de la secesión en Cataluña no es atractiva más que para un 20% del electorado, más o menos. Eso sí, aman las competencias y el poder político tanto como cualquier otro, así que un estatuto generoso les iría estupendo, evidentemente. No tienen en mente, no obstante, ni locas ideas de opresión lingüistica, ni imperialismos raros, ni pistolas, ni ninguna de las locas majaderías que se oyen por ahí fuera. Tienen unas ideas económicas izquierdosas, les encanta mirarse el ombligo y aman el terruño, pero más allá de eso son bastante inofensivos.
Su gran objetivo en la vida estos años había sido quitarle a esos listillos de CiU la pancarta de jefes del nacionalismo catalán, algo que parecían haber conseguido entrando en la Generalitat por la puerta grande. Esperaban, como muchos otros (servidor incluido) que Artur Mas sería incapaz de mantener a su partido unido, dejándoles el camino abierto hacia la gloria. Se encontraron, sin embargo, con tres problemas graves: Zapatero, su torpeza, y el talento del señor Mas.
La gran torpeza de ERC estos últimos dos años ha sido su incapacidad para divertirse soltando astracanadas. Una vez en el gobierno, Carod y compañía decidieron seguir siendo un partido chupi- guai reivindicativo y ruidoso, sin darse cuenta que con ello se convertían en un enorme, gigantesco blanco móvil. Entre sus idas de tono y ganas de salvar el mundo en Perpinyà, los chicos de ERC se convirtieron en el espantajo perfecto de un PP siempre ávido de demonios periféricos.
No que incomodara a Zapatero en exceso, al menos en un principio. Tener a ERC llevándose todas las tortas ha sido hasta cierto punto un pararrayos para el PSOE, que veía como el PP centraba su artillería en algo lejos de las preocupaciones de la población. Aún con esa ventaja relativa, la permanente obsesión por chupar cámara, hablar como si fueran el centro de Cataluña y su manía de nunca hablar de concesiones se acabaron convirtiendo en un auténtico suplicio para el gobierno. Una cosa es negociar, la otra es dejar de ser un socio razonable. Y con un PP cada vez más obsesivo y concentrado en atacar al gobierno sólo en ese flanco, Zapatero y compañía empezaron a plantearse que valia la pena librarse de ellos.
Y aquí radica el mérito de Artur Mas. Primero, mantener un partido como CiU, una federación con miembros dispares, tan unido y centrado como ha estado estos dos años, ha sido francamente importante. A base de recordar la tradición pragmática y posibilista de la formación, y de pedir y tener paciencia a que se abriera una oportunidad, Mas ha conseguido estar en el momento adecuado en el lugar preciso. O dicho de otro modo, ser el partido nacionalista razonable, no bajo el fuego constante del PP, capaz de ofrecer al PSOE un acuerdo pragmático y aceptable para ambos electorados.
ERC, con sus manías, gritos y falta de voluntad en dar concesiones, se acabó por ganar a pulso la maniobra de Zapatero de pactar con CiU. De un plumazo, el PSOE se libraba del gran demonio de la oposición (magnífico titular), dejaba al PP sin discurso, conseguía un aliado mucho más razonable y dejaba a sus dos grandes incordios en posiciones incomodas. Por una lado, el PP pasaba a sufrir problemas internos (que por mucho que digan, serán persistentes), y por otro, ERC con pánico a quedarse sin juguetes.
El pacto con CiU ha sido una señal clarísima por parte del PSOE (y del PSC) que no tendrán manías de sacrificar el gobierno catalán a cambio de vivir más tranquilos. El PSOE no necesita a ERC en Madrid, teniendo otras alternativas de alianza en Cortes a la espera si es necesario. Con el acuerdo, Zapatero ha dejado claro a ERC que si no estan a gusto, que derriben a Maragall cuando les plazca, que a él le importa un comino.
El problema es que a ERC no, y aquí les ha entrado el ataque de pánico. Vamos, que vacilar en Madrid sí, pero esto de dejar las poltronas no les apetece. El resultado es que han amenazado, gritado, agitado y dicho que se lo llevan todo por delante, pero a la hora de la verdad no están dispuestos a romper con todas las letras. Al PSC le ha quedado bastante claro que mucho estatuto, mucho gritar y mucha historia, pero que Carod y compañía prefieren seguir mandando a cumplir con la amenaza de cargarse el gobierno catalán. Cuando ERC lance otro órdago, Maragall ya sabe que no son tan creíbles, por mucha cara de fieros que quieran seguir poniendo.
Jugada maestra de Zapatero y Mas, sin duda. Esquerra la ha pifiado pero bien.
Egócrata.
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